domingo, 19 de diciembre de 2010

¿Ningún deseo?


El Buda dijo que la vida es sufrimiento, y que la causa de éste es el deseo.

Pocas cosas se han dicho conteniendo una mayor verdad y rotundidad; pero también pocas cosas han tenido un paralizante efecto negativo, por ser parcialmente comprendidas, o mal interpretadas.


Y decimos paralizante a propósito; porque tal idea, convertida en una máxima con carácter absoluto, genera una actitud tendente a la inercia, que finalmente puede derivar en una parálisis en términos de progreso: porque querer progresar, significa “tener que desear”. Varias preguntas podemos formularnos en torno a esta cuestión: ¿es posible la vida, y el progreso en la misma, sin ningún deseo?; ¿no “deseó” Dios la creación?; ¿pudiera ser que el problema fuese, el apego al objeto de deseo, y no tanto el deseo mismo?


“Un SÓLO DESEO tenéis que tener; la Aspiración sincera y perfecta a que la VIDA DIVINA se materialice en la tierra, para ti y todos los demás, para aquellos que serán los llamados y elegidos, y por la completa victoria sobre las fuerzas adversas que se oponen a ello”. Sri Aurobindo.

Obviamente, el Maestro no se refiere aquí, a lo que podríamos llamar deseos de orden o grado inferior, como por ejemplo los de carácter sensual; y por otra parte, sus declaraciones son rotundas y no dejan lugar a dudas, en cuanto a que los deseos de lo que denomina, “el vital inferior”, que comprende los citados anteriormente, son, afirma, un muy serio obstáculo, para el progreso en la sadhana del yoga integral.


Ahora bien, él también nos dice que hay en nosotros, “un vital superior”; un aspecto o “parte” de nuestra constitución total, donde está contenido el mayor acopio energético. Es esa parte de nosotros que “desea” siempre lo mejor, lo más grande, la mayor conquista; y sin la cual, sin su intervención, nos dice el Maestro, no es posible conseguir nada que requiera determinación, energía y entusiasmo; porque todas estas cualidades es ahí desde donde se accionan y despliegan.


¿Qué ocurre entonces, si cercenamos ese vital superior, por instalarnos en una actitud, en términos absolutos, de no deseo?. Como poco, puede ocurrir que por un exceso de celo, queriendo suprimir los deseos inferiores, suprimamos también los superiores, del vital superior, incluyendo el deseo/aspiración a la Vida Divina, como nos dice el Maestro. Y decimos como poco; porque como queda suscitado en las líneas de arriba, si por ese exceso de celo anulamos la acción del vital en su totalidad, podemos caer en la más degradante inercia.


Pero el Buda mismo nos exhorta a utilizar el discernimiento, y con ello, a descubrir, como se apunta más arriba, que el problema está en el apego al objeto de deseo y no en el deseo mismo.


Así, el problema no está en el deseo a la Vida Divina, si la aspiración va dirigida a Dios y a Él le entregamos su consumación. De igual modo, el problema tampoco está en cuantas acciones podamos emprender encaminadas en esa dirección, sino en el apego al fruto de las mismas. "Actúa," nos dice el Bhagavad Gita, "pero entrégame a Mí, el resultado y fruto de tus acciones, porque sólo a Mí me pertenecen."


A esto último podría objetarse que tal deseo, el de la Vida Divina, es legítimo, pero ningún otro que sea inferior a él, tales como el deseo de progreso en las distintas áreas de la vida. Pero la Vida Divina no es una abstracción; no puede realizarse sin el progreso y la transformación de todo lo que conforma nuestra vida, tanto individual como colectivamente. “Desear” pues, el progreso en todas esas áreas, aspirando a su Divinización, es entonces igual de legítimo: porque, “nada será realizado, hasta que todo sea realizado”, nos dice también Sri. Aurobindo.


Y no podrá ser todo realizado, hasta que todo haya sido transformado. Pero no se transforma aquello que es reprimido u ocultado; y no transformarlo significa, por un lado, seguir bajo la influencia de sus efectos negativos; y por otro, perder la oportunidad de utilizar los posibles positivos, una vez transformado. Nos ilustra en este sentido, las palabras del Cristo a sus discípulos, cuando les hablaba del riesgo que hay al cortar la cizaña, de arrancar también el trigo.

3 comentarios:

  1. No imaginas cómo agradezco este post. Tenía cierto "temor", más bien duda, de si tanto luchar por lograr el desapego, por no "desear" lo que no se debe, y buscar no aferrarme a las cosas y lo sentido fuera el camino de un alma al final anodina y que se deja llevar sencillamente por los acontecimientos sin interferir en sí misma o en ellos de algún modo. Ahora, tras leerlo, comprendo mucho más el camino a seguir. No es interferir o dejar de hacerlo, no es desear cosas o forzar situaciones para que nos convengan a lo que pensamos.... Es saber que el desear algo debe ser un medio, no un fin, para lograr nuestro crecimiento, sin ataduras ni obsesiones por ese deseo, sin pretender que sea lo más importante y no sufrir si no es dado.
    Gracias, vida!

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